Manual de las buenas costumbres a bordo. Veinte normas elementales de cortesía y buena educación

Estaremos de acuerdo en que las buenas maneras son fundamentales en todos los ámbitos de la vida, pero todavía lo son más en el mundo de la náutica de recreo y resultan prácticamente imprescindibles en estancias prolongadas a bordo. Si elegimos pasar nuestro periodo vacacional navegando, y sustituimos el chalet en la montaña o apartamento en primera línea de playa por un espacio más reducido, como lo es una embarcación, estamos escogiendo someternos voluntariamente a unas normas de convivencia particulares. Con carácter general, se puede establecer unos criterios muy básicos, que no por evidentes son siempre acatados.

* Si nuestra intención es pasar la noche en puerto, debemos llamar por radio al club náutico elegido con suficiente antelación para solicitar un punto de amarre. Siempre es mejor tener en cuenta esta pequeña norma por dos razones: primero, porque de no hacerlo, nos exponemos a navegar varias millas superfluas, pues es factible que el club náutico no disponga de amarres libres y, segundo, porque de haber amarres libres, facilitaremos la labor y organización al personal del náutico. Esta norma de cortesía se convierte en norma de obligado cumplimiento en “temporadas altas”, especialmente en verano, en que diariamente numerosas embarcaciones suplican por un amarre, dada la desproporción existente entre los puntos de amarre libres y el número de embarcaciones que los requieren. En este último caso, y ante la respuesta del náutico o marina que nos deniega el amarre no debemos enfadarnos, sino agradecer amablemente la atención prestada, solicitar nuestra inclusión en la lista de espera e intentarlo de nuevo al día siguiente.

* Llegados a la bocana, en caso de necesitar ayuda de la marinería para atracar, lo indicaremos por radio con tiempo suficiente. Entraremos a la velocidad máxima de tres nudos, conducta que seguiremos igualmente al abandonar el puerto. Las razones son varias, primero porque la normativa nos lo impone, pero además porque siempre es molesto para los barcos que están atracados sufrir las consecuencias de las olas provocadas por los barcos que entran y salen de puerto y también porque no hay necesidad de ir a mayor velocidad en un espacio, por lo general, reducido. Cuando estemos aproximándonos a nuestro amarre, tendremos preparados los cabos que necesitaremos para la maniobra de atraque, no debiendo confiar en que el propio puerto nos las proporcionará. Las defensas deberán estar oportunamente instaladas.

* Ya en el punto de amarre que nos han concedido, si el bolardo o noray está ocupado por otros cabos, los largos de proa o popa los encapillaremos pasando nuestra gaza por el interior de las otras gazas y no dejándolas encima de estas, salvo que lo que queramos sea que nuestros vecinos nos corten nuestro largo para poder salir ellos aprovechando nuestra ausencia.

* Una vez atracados, daremos de alta nuestra embarcación lo antes posible, para que el personal de puerto regularice la situación. Si necesitamos conectarnos a las tomas de electricidad y agua, lo haremos de forma respetuosa con los que, habiendo llegado antes que nosotros, ya estén conectados. Si tenemos algún problema hablaremos directamente con la marinería o con las oficinas del náutico en que nos encontremos. En ningún caso debemos desconectar una manguera o cable de las tomas respectivas para conectar los nuestros. La parte de cabo, cables, mangueras o pasarelas que tengamos que dejar sobre el pantalán, quedarán lo más recogidas posible para evitar que estorben el paso de las personas y que obstaculicen el trayecto de carritos.

* El vertido de basuras debe efectuarse de forma pulcra utilizando los contenedores instalados al efecto. Si el que tenemos más próximo no tiene capacidad para recibir nuestros despojos, nos desplazaremos hacia el inmediato posterior, y así sucesivamente hasta encontrar un contenedor donde poder depositarlos. Jamás tiraremos nuestra basura al agua, o a la arena de la playa. No hay razón para contribuir a la contaminación e insalubridad del ambiente y que piensen, además, que somos unos indeseables.

* Si tenemos que limpiar el barco, ducharnos o lavar la vajilla, actividades todas ellas que pasan por el uso de detergentes, debemos tener en cuenta las normas prohibitivas existentes al respecto. En todo caso, debemos utilizar dosis moderadas, siempre apropiadas y jamás excesivas, cuidando de no mojar a nuestros vecinos si vamos a baldear para quitarle al barco la sal.

* Cuidado con las barbacoas. Son muy divertidas, pero suponen la expulsión de humos y olores que, a buen seguro, van a molestar al barco que tenemos atracado a sotavento. Salvo que lo que quieras sea que la barbacoa deje de ser divertida por la reacción seguramente adversa de los tripulantes de la embarcación de al lado (claro que invitarlos también sería un modo de ser cortés y de tratar de evitar su enfado).

* ¿Sucede que llevamos niños a bordo? Pues recordemos que los niños son nuestros y de nadie más. Puede que nuestros vecinos de pantalán no sean aficionados a la infancia. Debemos adoctrinar a nuestros menores para que hagan el alboroto preciso, no más.

* Una vez que hemos atracado, siempre es interesante adujar la cabuyería sin necesidad de hacer obras de arte pues, de este modo, no solo el barco queda mucho más presentable, sino que evitamos tropezones innecesarios. Que hay que limpiar el barco con regularidad, todos lo sabemos pues, de alguna manera, el barco constituye una extensión de nosotros mismos. Deberemos extremar la limpieza y el orden en la embarcación. De igual forma que nuestra casa o nuestro coche, nuestra embarcación es un reflejo de nosotros mismos.

* Una norma a seguir tanto a la entrada y salida de puerto, como cuando estamos llegando al fondeadero elegido, es no gritar las maniobras, sino comunicarse mediante señas que, previamente los tripulantes habrán convenido.

* Durante la navegación no hay necesidad de dedicarse a alcanzar a los otros barcos, pasarles con más proximidad de la precisa a velocidad excesiva y dejarlos a merced de las olas que generamos. Es práctica habitual de algunas embarcaciones (generalmente, yates a motor de dimensiones considerables) alardear de embarcación realizando este tipo de maniobras absurdas que lo único que hacen es molestar a las restantes embarcaciones, sufridoras del oleaje que, por lo general y curiosamente, suelen ser embarcaciones más pequeñas. El respeto al más débil debería ser una máxima.

* Las discusiones de los tripulantes de una embarcación deberían desarrollarse en la intimidad de la cabina. A nadie le importa el contenido de nuestras conversaciones, menos aún cuando estas son subiditas de tono, pues además de resultar molestas para los otros barcos, dan muy mala imagen.

* No porque abandonemos puerto debemos hacer dejación de nuestra buena educación. Conectaremos por radio con el club náutico, pondremos en su conocimiento que dejamos libre el amarre y que pueden disponer del mismo y agradeceremos las atenciones recibidas.

* Siempre deberemos prestar nuestra ayuda, cuando nos sea requerida, aunque no sea una situación de extrema necesidad y nos suponga cierta molestia. Cualquiera podemos vernos en la situación inversa.

* Ya en nuestra embarcación, deberemos extremar la educación a bordo con el resto de tripulantes. La convivencia de varias personas en un lugar de dimensiones reducidas sin que se presenten fricciones, es casi imposible. Debemos evitar situaciones conflictivas y tensas. Utilizaremos el “por favor” y “gracias” con la frecuencia que sea necesaria. Se establecerá turnos rotativos para el reparto de tareas ingratas y dejaremos en tierra el mal humor y los gritos. Tendremos presente en todo momento que si consideramos que es posible que determinado comportamiento o actitud nuestra puede resultar molesto, a buen seguro molestará.

* El silencio es altamente apreciado entre los navegantes. Cuando estemos fondeados evitaremos los ruidos, el alto volumen de la música, así como dar rodeos con motos de agua o lanchas auxiliares a las restantes embarcaciones. Debemos respetar las horas sagradas de la noche y, a mediodía, la siesta.

* Algunas cuestiones relativas al respeto a la intimidad ajena, deben ser observadas. Cuando vayamos a fondear, evitaremos hacerlo “encima” de otro barco que ya está fondeado, guardando una distancia prudente entre nuestra embarcación y las restantes, teniendo en cuenta el espacio necesario para el borneo de nuestra embarcación y de las de nuestro alrededor. No debemos utilizar los prismáticos para, de forma insistente, inspeccionar a la chica de aquel velero que se ha quitado el bañador para poder tomar el sol sin que le queden marcas. Tampoco lanzaremos miradas inquisitivas a las demás embarcaciones en clara fiscalización de su vida cotidiana.

* La utilización del equipo de radio, debe ser la adecuada y precisa. Debemos evitar el bloqueo innecesario de canales (especialmente el 16 de VHF, destinado exclusivamente al socorro, urgencia, seguridad y llamadas) para comunicaciones entre barcos que solo incumben a estos.

* Otro tanto cabe decir de la utilización de los puestos de suministros, pues estos no son muelles de espera. Evitaremos hacer agua en las gasolineras y, si es preciso, solicitaremos un amarre provisional para una hora a tal efecto. Intentaremos no demorarnos innecesariamente, teniendo preparado el modo de pago y siendo diligentes en la maniobra de atraque y desatraque. Si nuestro depósito tiene mucha capacidad y hay otro barco más pequeño esperando para repostar, seguro que nos ganaremos su agradecimiento si le cedemos el paso.

* Si bajamos con nuestra lancha auxiliar a la playa, lo haremos con sumo respeto a los bañistas, con velocidad reducida y respetando también a las personas que están tumbadas en la arena en el momento de dejarla en tierra.


Publicado por Manuel Pastor.

2 comentarios:

Rita dijo...
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Manuel, muy buena tu publicación, es importante tener buenas maneras en todos los ámbitos de la vida. "Lo cortés no quita lo valiente".-

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