Estaremos de acuerdo en que las buenas maneras son fundamentales en todos los ámbitos de
la vida, pero todavía lo son más en el mundo de la náutica de recreo y resultan
prácticamente imprescindibles en estancias prolongadas a bordo. Si elegimos
pasar nuestro periodo vacacional navegando, y sustituimos el chalet en
la montaña o apartamento en primera línea de playa por un espacio más reducido,
como lo es una embarcación, estamos escogiendo someternos voluntariamente a unas normas de convivencia particulares. Con carácter general, se puede establecer unos criterios muy básicos, que no por evidentes son
siempre acatados.
* Si nuestra intención es pasar la noche en puerto, debemos llamar por radio al club náutico
elegido con suficiente antelación para solicitar un punto de amarre. Siempre
es mejor tener en cuenta esta pequeña norma por dos razones: primero, porque de no
hacerlo, nos exponemos a navegar varias millas superfluas, pues es factible que
el club náutico no disponga de amarres libres y, segundo, porque de haber
amarres libres, facilitaremos la labor y organización al personal del náutico.
Esta norma de cortesía se convierte en norma de obligado cumplimiento en “temporadas
altas”, especialmente en verano, en que diariamente numerosas embarcaciones
suplican por un amarre, dada la desproporción existente entre los puntos de
amarre libres y el número de embarcaciones que los requieren. En
este último caso, y ante la respuesta del náutico o marina que nos deniega el
amarre no debemos enfadarnos, sino agradecer amablemente la atención prestada,
solicitar nuestra inclusión en la lista de espera e intentarlo de nuevo al día
siguiente.
* Llegados a la bocana, en caso de necesitar ayuda de la marinería para atracar, lo
indicaremos por radio con tiempo suficiente. Entraremos a la velocidad máxima
de tres nudos, conducta que seguiremos igualmente al abandonar el puerto. Las
razones son varias, primero porque la normativa nos lo impone, pero además
porque siempre es molesto para los barcos que están atracados sufrir las
consecuencias de las olas provocadas por los barcos que entran y salen de
puerto y también porque no hay necesidad de ir a mayor velocidad en un espacio,
por lo general, reducido. Cuando estemos aproximándonos a nuestro amarre,
tendremos preparados los cabos que necesitaremos para la maniobra de atraque,
no debiendo confiar en que el propio puerto nos las proporcionará. Las defensas
deberán estar oportunamente instaladas.
* Ya en el punto de amarre que nos han concedido, si el bolardo o noray está ocupado por
otros cabos, los largos de proa o popa los encapillaremos pasando nuestra gaza
por el interior de las otras gazas y no dejándolas encima de estas, salvo que
lo que queramos sea que nuestros vecinos nos corten nuestro largo para poder
salir ellos aprovechando nuestra ausencia.
* Una vez atracados, daremos de alta nuestra embarcación lo antes posible, para que el personal
de puerto regularice la situación. Si necesitamos conectarnos a las tomas de
electricidad y agua, lo haremos de forma respetuosa con los que, habiendo
llegado antes que nosotros, ya estén conectados. Si tenemos algún problema
hablaremos directamente con la marinería o con las oficinas del náutico en que
nos encontremos. En ningún caso debemos desconectar una manguera o cable de las
tomas respectivas para conectar los nuestros. La parte de cabo, cables,
mangueras o pasarelas que tengamos que dejar sobre el pantalán, quedarán lo más
recogidas posible para evitar que estorben el paso de las personas y que obstaculicen el trayecto de carritos.
* El vertido de basuras debe efectuarse de forma pulcra utilizando los contenedores
instalados al efecto. Si el que tenemos más próximo no tiene capacidad para
recibir nuestros despojos, nos desplazaremos hacia el inmediato posterior, y
así sucesivamente hasta encontrar un contenedor donde poder depositarlos. Jamás
tiraremos nuestra basura al agua, o a la arena de la playa. No hay razón para contribuir a la contaminación e insalubridad del ambiente y que piensen, además,
que somos unos indeseables.
* Si tenemos que limpiar el barco, ducharnos o lavar la vajilla, actividades todas
ellas que pasan por el uso de detergentes, debemos tener en cuenta las normas
prohibitivas existentes al respecto. En todo caso, debemos utilizar dosis
moderadas, siempre apropiadas y jamás excesivas, cuidando de no mojar a
nuestros vecinos si vamos a baldear para quitarle al barco la sal.
* Cuidado con las barbacoas. Son muy divertidas, pero suponen la expulsión de humos y
olores que, a buen seguro, van a molestar al barco que tenemos atracado a
sotavento. Salvo que lo que quieras sea que la barbacoa deje de ser divertida
por la reacción seguramente adversa de los tripulantes de la embarcación de al
lado (claro que invitarlos también sería un modo de ser cortés y de tratar de evitar su enfado).
* ¿Sucede que llevamos niños a bordo? Pues recordemos que los niños son nuestros y de nadie más.
Puede que nuestros vecinos de pantalán no sean aficionados a la infancia. Debemos
adoctrinar a nuestros menores para que hagan el alboroto preciso, no más.
* Una vez que hemos atracado, siempre es interesante adujar la cabuyería sin necesidad de
hacer obras de arte pues, de este modo, no solo el barco queda mucho más
presentable, sino que evitamos tropezones innecesarios. Que hay que limpiar el
barco con regularidad, todos lo sabemos pues, de alguna manera, el barco constituye una extensión de nosotros mismos. Deberemos extremar la limpieza
y el orden en la
embarcación. De igual forma que nuestra casa o nuestro coche,
nuestra embarcación es un reflejo de nosotros mismos.
* Una norma
a seguir tanto a la entrada y salida de puerto, como cuando estamos llegando al
fondeadero elegido, es no gritar las maniobras, sino comunicarse mediante señas
que, previamente los tripulantes habrán convenido.
* Durante la navegación no hay necesidad de dedicarse a alcanzar a los otros barcos,
pasarles con más proximidad de la precisa a velocidad excesiva y dejarlos a
merced de las olas que generamos. Es práctica habitual de algunas embarcaciones
(generalmente, yates a motor de dimensiones considerables) alardear de
embarcación realizando este tipo de maniobras absurdas que lo único que hacen
es molestar a las restantes embarcaciones, sufridoras del oleaje que, por lo
general y curiosamente, suelen ser embarcaciones más pequeñas. El respeto al
más débil debería ser una máxima.
* Las
discusiones de los tripulantes de una embarcación deberían desarrollarse en la
intimidad de la cabina. A nadie le importa el contenido de nuestras
conversaciones, menos aún cuando estas son subiditas de tono, pues además de
resultar molestas para los otros barcos, dan muy mala imagen.
* No porque abandonemos puerto debemos hacer dejación de nuestra buena educación.
Conectaremos por radio con el club náutico, pondremos en su conocimiento que
dejamos libre el amarre y que pueden disponer del mismo y agradeceremos las
atenciones recibidas.
* Siempre deberemos prestar nuestra ayuda, cuando nos sea requerida, aunque no sea una
situación de extrema necesidad y nos suponga cierta molestia. Cualquiera
podemos vernos en la situación inversa.
* Ya en nuestra embarcación, deberemos extremar la educación a bordo con el resto de
tripulantes. La convivencia de varias personas en un lugar de dimensiones
reducidas sin que se presenten fricciones, es casi imposible. Debemos evitar
situaciones conflictivas y tensas. Utilizaremos el “por favor” y “gracias” con
la frecuencia que sea necesaria. Se establecerá turnos rotativos para el reparto de
tareas ingratas y dejaremos en tierra el mal humor y los gritos. Tendremos
presente en todo momento que si consideramos que es posible que determinado
comportamiento o actitud nuestra puede resultar molesto, a buen seguro
molestará.
* El silencio es altamente apreciado entre los navegantes. Cuando estemos fondeados
evitaremos los ruidos, el alto volumen de la música, así como dar rodeos con
motos de agua o lanchas auxiliares a las restantes embarcaciones. Debemos respetar las
horas sagradas de la noche y, a mediodía, la siesta.
* Algunas cuestiones relativas al respeto a la intimidad ajena, deben ser observadas.
Cuando vayamos a fondear, evitaremos hacerlo “encima” de otro barco que ya está
fondeado, guardando una distancia prudente entre nuestra embarcación y las
restantes, teniendo en cuenta el espacio necesario para el borneo de nuestra embarcación y de las de nuestro alrededor. No debemos utilizar los prismáticos para, de forma insistente,
inspeccionar a la chica de aquel velero que se ha quitado el bañador para poder
tomar el sol sin que le queden marcas. Tampoco lanzaremos miradas inquisitivas
a las demás embarcaciones en clara fiscalización de su vida cotidiana.
* La utilización del equipo de radio, debe ser la adecuada y precisa. Debemos evitar
el bloqueo innecesario de canales (especialmente el 16 de VHF, destinado exclusivamente al socorro, urgencia, seguridad y llamadas) para
comunicaciones entre barcos que solo incumben a estos.
* Otro tanto cabe decir de la utilización de los puestos de suministros, pues estos no
son muelles de espera. Evitaremos hacer agua en las gasolineras y, si es
preciso, solicitaremos un amarre provisional para una hora a tal efecto.
Intentaremos no demorarnos innecesariamente, teniendo preparado el modo de pago
y siendo diligentes en la maniobra de atraque y desatraque. Si nuestro depósito
tiene mucha capacidad y hay otro barco más pequeño esperando para repostar, seguro que nos ganaremos su agradecimiento si le cedemos el paso.
* Si bajamos con nuestra lancha auxiliar a la playa, lo haremos con sumo respeto a los bañistas, con velocidad reducida y respetando también a las personas que están tumbadas en la arena en el momento de dejarla en tierra.
2 comentarios:
Manuel, muy buena tu publicación, es importante tener buenas maneras en todos los ámbitos de la vida. "Lo cortés no quita lo valiente".-
@Rita Adriana Moyano Morando
Gracias, Rita, así es...
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