Introducción.
Sumida Europa en una larga y profunda crisis -pérdidas coloniales, conflictos sociales derivados de la reforma agraria, duro proteccionismo económico, desacuerdo entre el sistema político y las demandas de la población-, a principios del siglo XX el proletariado urbano sufre un fuerte crecimiento. El progresivo abandono de la miseria campesina hace que hombres, mujeres y niños vivan ahora hacinados en los centros de las ciudades, sometidos a una legislación laboral que les priva de todo derecho. Todos los miembros de la familia trabajan de lunes a domingo, pero aun así apenas consiguen el mínimo alimento diario; y en esas circunstancias, la vida no resulta mucho más atractiva que la marginación rural en la que vivían antes de trasladarse a las ciudades.
La huida de esa vida tan calamitosa y el aliciente de una nueva vida en un nuevo continente, mueven a un número muy importante de personas a abandonar sus recuerdos para embarcarse, apiñados sobre montones de paja podrida por la humedad, en semanas de travesía para llegar a América.
El desarrollo de las comunicaciones marítimas promocionó de forma definitiva a principios del siglo XX, por una parte la emigración de las clases más desfavorecidas de Europa en busca de nuevas oportunidades y, por otra, los viajes turísticos transatlánticos para las clases más adineradas. También favoreció el intercambio comercial entre los países.
En el año 1906 España atravesaba esa grave crisis política, económica y social, tras la pérdida de sus últimas colonias de ultramar (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) en la guerra de 1898 contra Estados Unidos. España vivía los inicios del reinado de Alfonso XIII durante el régimen de la Restauración, basado en el turno de partidos (conservador y liberal).
La huida de esa vida tan calamitosa y el aliciente de una nueva vida en un nuevo continente, mueven a un número muy importante de personas a abandonar sus recuerdos para embarcarse, apiñados sobre montones de paja podrida por la humedad, en semanas de travesía para llegar a América.
El desarrollo de las comunicaciones marítimas promocionó de forma definitiva a principios del siglo XX, por una parte la emigración de las clases más desfavorecidas de Europa en busca de nuevas oportunidades y, por otra, los viajes turísticos transatlánticos para las clases más adineradas. También favoreció el intercambio comercial entre los países.
En el año 1906 España atravesaba esa grave crisis política, económica y social, tras la pérdida de sus últimas colonias de ultramar (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) en la guerra de 1898 contra Estados Unidos. España vivía los inicios del reinado de Alfonso XIII durante el régimen de la Restauración, basado en el turno de partidos (conservador y liberal).
"... la emigración es un sueño, un delirio, una fiebre que la medicina puede estudiar. Sus síntomas son ver en sueños un país dotado por el sol, rico en una vegetación virgen y enmarañada, donde se cuenta por miles de duros y se gana una fortuna en el tiempo en que aquí se gana, cuando se gana, una peseta. La patria aparece a sus ojos como la amante desdeñada...", señalaba el diario El Imparcial el 27 de junio de 1881 (ver publicación completa).
Dado que en la mayoría de los casos los emigrantes no podían pagar el elevado precio de un billete (aunque fuese en la más que modesta tercera clase), no era extraño que proliferase la denominada "emigración ilegal", que no era otra cosa que el viaje sin billete a un precio menor que el oficial y a beneficio del capitán y los demás tripulantes del barco.